El Perseguidor


Ilustración de Art Warriors y Medusas&Cerebros


Todas las historias escritas sobre el genial Charlie Parker (1920-1955) discurren funámbulas en la cuerda floja entre lo que fue la persona y lo que es el personaje, engrandeciendo así la leyenda de uno de los mayores mitos del jazz.

La extraña psicología del pájaro y la oscura aura de misterio que ha rodeado su breve, pero intensa vida, inspiró al escritor Julio Cortázar uno de sus mejores cuentos: El Perseguidor. Este relato, escrito en 1959, se puede considerar un preludio de Rayuela,  la anti-novela con la que el belga-argentino-francés revolucionó la literatura en 1963. En ambas obras literarias se puede observar el mismo caos estilístico de escritura vertiginosa y extremadamente poética donde las ideas vuelan con violencia en un torbellino de sentimientos y sensaciones que consigue revolverte las neuronas para provocar auténticos terremotos cerebrales. Por todo esto, en mi humilde opinión, la escritura de Cortázar se puede considerar la versión literaria del bebop. Cortázar mata el sentido melódico de la narración lineal para dejarnos un texto lleno de riffs de ideas que vuelan sobre las escalas del pensamiento a ritmo de semicorcheas.

El Perseguidor narra los últimos días en París de un saxofonista  llamado Johnny Carter cuya tendencia adictiva e indiferencia social lo asemeja (no de forma casual) a Charlie Parker. Aparte de un homenaje a uno de sus ídolos, Cortázar se mete en la mente del genio para intentar desembrollar la caótica psicología de un paleto que, desnudo de sabiduría, se asoma a explorar el más allá del conocimiento con la virginidad que proporciona la ignorancia. Existe un fragmento del libro que, para mí, es una perfecta analogía de lo que es el bebop: Cortázar reflexiona sobre la percepción del tiempo a través de un Johnny Carter que intenta buscarle explicación a cómo, en 2 minutos de tiempo real, ha podido pensar 15 minutos de recuerdos. Y eso es el be-bop, introducir 15 notas diferentes donde aparentemente solo caben 2.

Según la teoría de la evolución de Darwin, el organismo que mejor se adapta es el que sobrevive. La percepción de Charlie Parker era diferente a la del resto de humanos, pero quién nos asegura que quizás no seamos nosotros los que, con nuestra ciencia y nuestra religión, estamos equivocados. Quién nos asegura que quizás ese caos, tan natural como el mismo Universo, que Charlie Parker transmitía de su mente a sus improvisaciones a través de la virtuosa celeridad de sus dedos sobre el saxofón, no fuera lo real. Quizás seamos nosotros los que sobrevivimos adaptándonos a la realidad gracias a las mentiras que nos proporciona nuestra evolucionada percepción. Quizás ese paleto de piel oscura que vivía sumergido en la desgracia y la miseria no consiguió sobrevivir más de 35 años porque rozó con la punta de sus dedos, como si de la capilla sixtina se tratase, la verdad absoluta que al resto de mortales se nos escapa. Una verdad que, debido a sus limitaciones verbales, Charlie nos quiso explicar a través de su saxofón, dejándonos un legado de historias, anécdotas, inspiraciones y música. Sobre todo música.


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